El amor es como la fiebre: nace y se extingue sin que la voluntad tome en ello la menor parte.
Marie-Henri Beyle (Stendhal)
Cuando se escribe sobre un proceso universal vivido por la mayoría de adultos, y experimentado de forma diferente por cada uno de ellos, uno siente la obligación de sumergir su escrito en la seriedad y secarlo con esperanza. Así es el desamor. Nace del mismo amor, el mismo que nos llenó de plenitud y del que, tras su paso, sólo deja el recuerdo y lo que estos despiertan: dolor, miedo, pero, en otros caso, libertad y crecimiento.
Introducción
El amor previo al desamor
Sin amor no habría desamor. Es el sentimiento que más obras de arte popular nos ha dejado, ya sea en forma de canciones o películas. El cine está repleto de películas que giran sobre el amor. Personajes y tramas sustentados en un sentimiento de difícil definición, porque ¿Qué es el amor?
La Real Academia Española nos ofrece más de diez acepciones. La primera de ellas es, sin duda, la más fea que me he encontrado: «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser».
El viento se levanta (2013).
No creo que el ser humano necesite la unión con otro por necesidad de su propia insuficiencia. Es una estupidez. Sin embargo, no niego que el cine más comercial nos ha vendido esta idea. De hecho, más de uno conocerá a alguien que no sabe vivir sólo, que necesita del constante afecto de otro para sentirse pleno. Yo conozco a más de uno, y me pregunto si es el cine y lo que lee en internet lo que le ha hecho tener esa concepción del amor o si sólo es estúpido y ya está, porque sufre y mucho, y eso no debe ser amor.
Veamos otras definiciones:
Según la ciencia:
Para la ciencia, el amor se define como un proceso neurológico que se produce en el cerebro gracias a la acción de diferentes secciones: hipotálamo, amígdala, núcleo accumbens, corteza cerebral y área tegmental frontal. A todo esto hay que añadirle dos sustancias clave en todo este proceso: la oxitocina y la casopresina. Se trata de dos hormonas liberadas por la glándula pituitaria que están estrechamente relacionadas con la sensación amorosa. Unas sustancias que influyen de igual forma en hombres y mujeres consiguiendo que el sistema de recompensa dopaminérgico estimule la liberación de dopamina a través del hipotálamo.
El amor es sinónimo de felicidad. A esta conclusión ha llegado una de las últimas investigaciones al respecto de la Universidad de Palermo (Argentina). A una conclusión similar llega el estudio realizado por el Instituto Millward Brown en una muestra española, que afirma: «El amor desbanca a la salud y se coloca, con una gran diferencia, como la prioridad de los españoles para ser felices».
Mario Benedetti: “Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor».
Victor Hugo: «La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo».
Liliam Jiménez: » El amor es un libérrimo sueño y una lumbre que se necesita mantener. Para ello es indispensable tener inteligencia, corazón y sexo. El amor tampoco es sólo entrega de los cuerpos. Hay algo más intenso en la conciencia: despojarse de egoísmos, de vértigos de celos y de angustias. La compenetración de dos en uno es importante. Hay que tratar de llevar a término esa hazaña aritmética».
El amor desencadena numerosas reacciones químicas que se traducen en intensos sentimientos en el que lo experimenta. Sin embargo, es algo personal que se ha intentado definir y mostrar de forma universal.
El amor según el cine
El problema del amor en el cine
Como ya vimos con los estereotipos, el cine es capaz de modelar las creencias de la sociedad. Esto ha permitido instaurar formas de entender el amor que se entendían como correctas dentro de las esferas que controlaban la producción de películas. Y adivinad cómo eran los que producían películas y los que, en última instancia, controlaban lo que se podía ver en pantalla, los censores.
Estudiaremos ejemplos de películas más allá del cine estadounidense, pero no podemos negar la influencia de éste en el cine europeo y latinoamericano. Hollywood siempre ha sido muy conservador. Su misión, en toda la etapa de cine clásico hasta los 90, ha sido la de proteger el modelo tradicional de familia: papá, mamá y los niños. Todo elemento que pusiera en peligro este modelo era castigado.
Lo que el viento se llevó (1939).
Lo vimos con la femme fatale y el cine negro. La mujer o el hombre que ponía en peligro a una familia, como lo hace una femme fatale, siempre (o casi siempre) era asesinada. Esta era la forma de decirle a la sociedad cuál era el buen camino, el camino por el que no te pasaría nada malo: cásate, paga tus impuestos,ten hijos, cuídalos y ya te puedes morir.
Este modelo se repite tanto que, con sólo ver 20 minutos de una película noir, el espectador podrá intuir cómo termina. Esto me sucedió hace pocas semanas con la interesante El extraño amor de Martha Ivers (1946). Al ver unos pocos minutos del personaje de Barbara Stanwyck y el de su marido, Kirk Douglas, que hacía de fiscal borracho, ya sabía que los dos iban a morir. (el aficionado al cine negro se habrá dado cuenta de la similitud de la muerte de la protagonista con la de la mujer fatal de Perdición (1944).
Lo mismo ocurre con otras sexualidades que eran vistas como una amenaza para el modelo familiar. Ya hemos tratado con anterioridad la negativa representación de la homosexualidad en Hollywood. Con suerte, otros modelos de relaciones son aceptados en nuestros días. Pondré dos ejemplos:La vida de Adele (2013) y Happy together (1997). Dos relaciones homosexuales que muestran no sólo otros modelos de «amor» sino, además, de que el desamor también está presente en todas ellas.
Happy together (1997).
El problema del amor en el cine es que, hasta hace poco, mostraba una cara amable y plana de algo que ya hemos visto es muy difícil de definir. Es tal la repercusión de sentimientos que genera el amor que en las últimas décadas, con la caída de las majors y el ascenso del cine independiente, se han producido películas con numerosas situaciones en las que el amor está involucrado: desde la soltería, hasta el desamor, pasando por el enamoramiento, las crisis de pareja, las infidelidades, etc.
El cine clásico había hecho del amor una historia de final feliz. Un camino de pequeños baches en el que siempre triunfa el amor. Pero todos sabemos que eso no es así.
Definir el amor en el cine
Happy together (1997) está dirigida por Wong-Kar Wai, un director más conocido en Europa por su bilogía formada por Deseando amar (2000) y 2046 (2004). Dos películas que giran entorno a todas las fases del amor mencionadas arriba.
Wong-Kar Wai es uno de mis directores preferidos, un director con una visión única que ha sabido definir el amor y el desamor en todas sus vertientes.
Deseando amar
Deseando amar (2000).
Deseando amar (2000) es una película compleja que requiere del espectador no sólo atención, sino una mente abierta sobre la experiencia del amor, la infidelidad, el desamor y las relaciones imposibles. Una hora y media repleta de bellos planos, de música que acompaña el paso miedoso y lleno de deseo de los protagonistas, y un hombre y una mujer a los que les han sido infieles, el marido de ella con la esposa de él.
La trama comienza con la mudanza del periodista Chow y su mujer a un edificio de vecinos. Allí conoce a Li-zhen, una joven que acaba de instalarse con su esposo, quien casi siempre está de viaje. La mujer de Chow también está casi siempre fuera de casa, así que Li-zhen y Chow pasan cada vez más tiempo juntos y se hacen amigos. Un día, ambos descubrirán que sus cónyuges les han sido infieles.
Desde ese momento comienza una fábula sobre la infidelidad en el que los dos amigos sufren el desamor, a la vez que experimentan una relación que creen imposible. Se usan para practicar discursos ante sus parejas y llegan a amarse, pero comprendiendo que nunca compartirán sus vidas.
Los dos amantes se mantienen muy cerca, como satélites, pero parecen entender que nunca podrán compartir la misma órbita. No se trata de amor no correspondido, sino de amor resistido, en el que Leung y Cheung pugnan por mantenerse separados aunque parezca que estén destinado a estar juntos.
(…) Cada escena de Deseando amar resulta abiertamente luminosa, y se desvela con detalles contenids buscados cuidadosamente y captados en medio de una bruma como de ensueño por una cámara discreta.
Steven Jay Schneider (2004). 1001 películas que hay que ver antes de morir. Fragmento escrito por el colaborador Joshua Klein. Decimoctava edición (2014). Grijalbo.
El espectador desea que esta pareja, la cual sufre por no consumar su amor y por el desprecio de sus parejas, acaben juntos. Pero no. Se trata de una historia que, como tantas otras, termina en el silencio y secreto más íntimo y doloroso.
Otra película donde vemos el inicio de una relación extramatrimonial y el dolor del desamor es en la bella Breve encuentro (1945). Una de las muchas obras maestras de David Lean que cuenta con una de esas escenas de despedida en una estación de tren que emocionan al espectador.
EL DESAMOR
Una decepción amorosa, como una ruptura o un divorcio puede ser bastante bueno para algunos, pero en muchos casos duele. No nos engañemos, el mundo no es como en el cine clásico donde la reconciliación está asegurada.
Trataré de mostrar cómo el cine ha mostrado el duelo amoroso y cómo nos puede ayudar a paliar el dolor hasta llegar a la indiferencia.
2046. La vida continúa
2046 puede considerarse como la continuación de Deseando amar. En ella seguimos la vida de Chow, el tímido sentimental que habíamos conocido en Deseando amar es ahora un mujeriego que vive su vida como si cada día fuese el último.
Pronto vemos que este cambio de carácter en el personaje responde a un intento de tapar la herida dejada por su relación con Li-zhen, cuando se dejaron de ver por no haber superado ésta la infidelidad de su marido. El personaje de Chow es la viva imagen del desamor, un hombre que camina sólo por las calles de Hong kong, de fiesta en fiesta y escribiendo un relato de ciencia ficción para paliar su dolor.
En la web encontré un artículo titulado «Definiendo el amor» en el portal del Filmoterapia. Hubiese sido mejor llamarlo «Definiendo el desamor», pues lo que vemos son los intentos del protagonista para hacer frente al dolor que tiene por no estar con la mujer que ama. El artículo toca el tema de cómo el amor puede cambiarnos tanto, igual que al personaje de Chow.
«El otro tema, cómo el amor puede hacernos cambiar, es si cabe un poco más complejo. El amor no deja de ser una experiencia que, al igual que otras, nos moldea y deja al descubierto aspectos de nosotros mismos que no conocíamos. Si bien es cierto que amar es la mejor medicina natural el desamor no debería entenderse como el más mortífero de los venenos. El desamor también hay que vivirlo, aunque nos resistamos y sintamos que a corto plazo puede llegar a ser una especie de tortura. Pero cómo lo vivamos depende de cómo lo afrontemos y esto, para unos más y para otros menos, implica tiempo.»
El desamor es una putada, desde luego. Pero la intensidad con la que nos afecta depende de nuestro nivel de autoestima, y nuestra forma de responder a los acontecimientos. El artículo menciona diferentes estrategias que se dan al lidiar con el dolor amoroso. Unas centradas en actuar sobre el problema, y otras focalizadas en las emociones.
Entre las centradas en el problema encontramos la confrontación directa del mismo, y la búsqueda de ayuda de un amigo o un profesional.
Entre las que se centran en las emociones: la aceptación, el distanciamiento, el escape, la reevaluación positiva…
Éstas últimas son las que vemos en 2046. La película comienza en Singapur. Esta ciudad es el símbolo del distanciamiento emocional. Alejado de Hong-Kong, Chow escapa con alcohol, fiestas y trabajo del dolor. Sin embargo, regresa a Hong-Kong, pero la situación no es la misma que en Deseando amar. En la excolonia inglesa malvive escribiendo relatos eróticos e inicia una tortuosa relación con su vecina. La vecina, encarnada por una hermosa Zhang Ziyi, no comprende cómo Chow es incapaz de amarla más allá del sexo.
En Hong-Kong entabla amistad con la hija del dueño de la pensión. Ella consigue que veamos al Chow antiguo. Vuelve a creer que el amor es posible, y se lanza a escribir un relato futurista, 2046, que le ayuda a sanar su dolor.
Terminar su relato le permite salir adelante y dejar atrás el pasado. Li-zhen ya es sólo un recuerdo.
«Era escritor y pensaba que escribía sobre el futuro, pero en realidad escribía sobre el pasado. En su novela, un misterioso tren salía de vez en cuando hacia el año 2046. Todos los que iban en él tenían la misma intención: recuperar su memoria perdida. Se decía que en 2046 nada cambiaría. Nadie sabía a ciencia cierta si era verdad, porque ninguno de los que se fue volvió jamás. Excepto uno. Estuvo allí. Eligió marcharse. Quería cambiar”.
2046 (2004) Wong-Kar Wai.
El personaje protagonista se enfrenta al desamor y pasa por distintas etapas de las que, al final, al cabo del tiempo, ve como buenas y sale fortalecido. El Chow que vemos al final de 2046 es más maduro y fuerte que el de Deseando amar.
» (…) abandona Hong Kong porque, en parte, necesita apartarse físicamente de ella y de todo relacionado con su relación (escape).Del mismo modo, el cambio radical de vida que inicia en Singapur es un intento por alejarse de su pasado (distanciamiento), empezando a asimilar (y no negar) todo lo ocurrido a medida que avanza la novela e inicia la relación con Wang Jing (planificar problema). Terminar la novela, finalmente, supone la integración de todo lo que la relación y ruptura han supuesto para él aceptando lo positivo que le ha aportado (reevaluación positiva)».
Esta evolución personal que se produce con el desamor es necesaria para superarlo, y es vista en numerosas películas. En La vida de Adele(2013) observamos como Adéle descubre su sexualidad. Vemos como inicia una relación con un chico, una relación en la que vemos una escena de sexo sin nada de pasión. Las escenas de sexo en esta película no son un mero adorno. Si el sexo que tiene con un chico deja mucho que desear, el que tiene con Emma es sobresaliente. Adele es lesbiana. Cuando rompe con el chico sigue siendo la misma mujer. No sufre. No obstante, cuando rompe con Emma se transforma en otra Adele. Sufre porque la ama, pero eso hace de ella alguien mejor. Ha descubierto su verdadera sexualidad y ha amado y sido amada. Está lista para cualquier otro amor y para estar soltera. Con cualquiera de las dos opciones estará bien.
Otra película moderna en la que encontramos esta evolución personal es en la comedia romántica Don Jon(2013). El protagonista, Jon, es un joven adicto a la pornografía y al cuidado de su cuerpo. Pasa sus días entre el gimnasio y la discoteca, donde tiene mucho éxito a la hora de ligar con chicas.
En la discoteca conoce a Barbara (Scarlett Johansson), una chica sexy y que adora la fiesta, una chica como a él le gustan. Comienza una relación con ella que empieza bien, pero los intentos de ella por cambiarle empiezan a suponer más de un disgusto para Jon, quien siempre encuentra en el porno una salida.
Don Jon (2013).
Tras descubrir Barbara que Jon se la pelaba cada noche tras estar con ella, la relación se termina. Los intentos de Jon por recuperar a su chica son infructuosos, y decide centrarse en su propia vida. Comienza a estudiar y conoce en clase a una mujer madura, con bastantes años más que él, y muy diferente a sus gustos. A pesar de eso, el paso del tiempo permite que se conozcan más y surge entre ellos un amor que, además de físico, despierta lo mejor de Jon, quien pone en orden su vida y deja atrás su camino de don Juan.
Al final de la película hay una secuencia de reencuentro entre Barbara y Jon. En ella Jon le da la gracias. Le desea lo mejor, pero le da las gracias porque hoy es alguien diferente, pero más cercano a su verdadero ser.
Que nos amen está fuera de nuestro control
Una perspectiva estoica del amor nos lleva a entender que muy poco en él depende de nosotros. Poco podemos hacer para evitar enamorarnos, y menos para que se enamoren de nosotros.
Al no depender de nosotros no deberíamos preocuparnos por ello. Podemos vestir bien, maquillarnos, realizar actividades que nos resulten atractivas, cambiar nuestra actitud… pero no dependerá de eso que el otro se enamore de nosotros. Esto es lo que en filosofía se llama un subproducto, es decir, algo que no se consigue con fuerza de voluntad.
Este concepto de subproducto ya fue mencionado en la entrada sobre cine y filosofía, en el que, con apoyo del libro Lo que Sócrates diría a Woody Allen de Juan Antonio Rivera, exponíamos el caso del film El coleccionista(1965).
En la película, un hombre secuestra a una mujer de la que se ha enamorado. La encierra en su bodega con la intención de que con el tiempo se enamore de él.
Sin embargo, el amor es una cosa que no se consigue a fuerza de voluntad. El protagonista no puede conseguir que la secuestrada se enamore de él a base de voluntad. De hecho, cuando él cesa en su empeño de enamorarla él, es cuando más cerca está ella de enamorarse de él.
La lección que sacamos de El coleccionista (1965) es que el amor no se consigue con esfuerzo. Es mejor aceptar el curso de los acontecimientos y dejar que estos fluyan. La otra persona no se hubiese enamorado de forma real de ti si hubieses tenido más estudios o más dinero. Tampoco se enamoraría de ti con diez kilos menos o con tres centímetros más ahí abajo.
La mejor etapa de tu relación pasó antes de lo que creías.
Muchos pensamos que nuestra relación estaba bien hasta el momento en que se rompió. Pensábamos que estaba en su mejor momento. Pero esto no es cierto y lo vamos a ver con Stendhal y Casablanca(1942).
En el libro mencionado anteriormente, Lo que Sócrates dedica a Woody Allen, hay un pequeño pero delicioso capítulo titulado «Un final casi Stendhaliano». En él el autor nos sitúa en el final de la película, cuando el personaje de Humphrey Bogart, Rick, se despide del de Ingrid Bergman, Ilsa. Esa secuencia en el aeropuerto es una de las más recordadas y queridas en el cine. Pero, si Ilsa se marcha a pesar de querer a Rick, ¿Por qué nos gusta tanto? ¿Por qué nos parece un final perfecto?
Stendhal.
Para contestar a la pregunta se nos dirige a Stendhal, el gran escritor francés de Rojo y negro y La Cartuja de Palma. No es de extrañar que en su tumba se pueda leer: «Henri Beyle. Milanés. Escribió, amó, vivió». Su obra está plagada de referencias autobiográficas con las que rastrear sus experiencias amorosas. Es más, escribió una obra entre el ensayo y la ficción dedicada sólo al amor: Del amor.
Esta obra es conocida por su clasificación de lo que el llama como tipos o especies de amor, y de la teoría de la cristalización. Una de esas especies de amor es el «Amor-pasión«. Este es el que hoy conocemos como amor romántico y del que Stendhal distingue del resto por las siguientes características:
Es un fenómeno de la imaginación. Nos enamoramos de lo que dotamos de perfección. Esa perfección que cristaliza dentro de nosotros:
Si se deja la cabeza de un amante trabajar durante veinticuatro horas resultará lo siguiente. En las minas de sal de Salzburgo se arroja a las profundidades de la mina una rama de árbol despojada de sus hojas por el invierno; si se saca al cabo de dos o tres meses, está cubierta de cristales brillantes; las ramitas más diminutas, no más gruesas que la pata de un pajarillo, parecen guarnecida de infinitos diamantes, trémulos y deslumbrantes; imposible reconocer la rama primitiva, Lo que yo llamo cristalización es la operación del espíritu que en todo suceso y en toda circunstancia descubre nuevas perfecciones del objeto amado.
Stendhal (1822). Del amor. Alianza Editorial (2011). Traducción por Fundación Consuelo Berges.
Los mejores momentos son los inaugurales. Es decir, en el cortejo o enamoramiento es donde se encuentran las mayores delicias del amor. Esas primeras semanas en las que se crea un vínulo amoroso se viven con especial felicidad por los amantes. Sin embargo, después de esta primera fase lo mejor ya ha pasado. Si nos aman entraremos en una rutina de la que nos cansaremos. Y, si no nos aman nos dolerá el rechazo.
Este amor pasión induce a una forma de ascetismo. Y es que este amor, cuando se encuentra en sus primeros y más intensos momentos hace insípidos al resto de placeres.
En películas que tratan las relaciones matrimoniales podemos verlo. Por ejemplo, en el drama romántico Tal como éramos (1973) asistimos al inicio de una relación, en su mejor momento, y como después la vida diaria la rutina acaba con el tipo de amor necesario para la continuación del mismo.
Rick e Ilsa
En una mítica secuencia de Casablanca (1942) Rick bebe a solas cuando el bar ya está vació y, como él bien dice, «deben dormir en todas partes». En ese momento recuerda París. Con un flashback nos trasladamos a 1940, cuando acababa de conocer a Ilsa y su relación estaba en el mejor momento. Rick le propone matrimonio cuando los alemanes están a punto de entrar en la ciudad. El mismo día que ella le abandona y le deja esperando en la estación, en una escena en la que la lluvia arrastra como un torrente todas las ilusiones de Rick.
En Casablanca, dos años después. Rick e Ilsa tienen una fugaz segunda relación. Un momento en el que parecen haber recuperado el mejor instante de su relación vivida en París. Sin embargo, no pasan de ahí. Rick conoce cómo funciona el amor y evita que la relación continúe y decaiga. Veámoslo con algunas líneas del diálogo:
-Si ese avión despega y no estás en él, lo lamentarás. Tal vez no ahora, tal vez ni hoy ni mañana. Pero más tarde, toda la vida. (RICK)
-Nuestro amor, ¿no importa? (ILSA)
-Siempre tendremos parís. No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca. Pero lo recuperamos anoche. (RICK)
-Dije que nunca te dejaría. (ILSA)
-Y nunca me dejarás. (RICK)
Casablanca (1942)
Como bien apunta Juan Antonio Rivera en su libro, Rick no sólo habla con Ilsa, también se habla a sí mismo. Está diciendo que má vale conformarse con ese segundo París vivido en Casablanca, pues después de ese momento de cumbre amorosa sólo vendrá la decadencia y la rutina. Eligen la calidad a la cantidad y evitan así caer en la tentación de la comodidad amorosa, que destruye todo el placer.
Para que haya placer antes ha habido incomodidad. Cuanto más estemos alejados de la comodidad, más placer sentiremos. Es decir, vale más la pena dejar una relación en su mejor momento, justo antes de que la rutina termine en apego. Si Ilsa se hubiese quedado en Casablanca, su relación con Rick sólo podría haber ido a peor. Habían estado muy lejos de la comodidad, dos años sin verse, y, cuando recuperan su amor, cuando recuperan París, siente un placer que no volverían a sentir de entablar una relación de pareja. Es el declive inevitable del amor correspondido.
Soltar el pasado para abrazar el presente
Los recuerdos dolorosos del desamor habitan en nuestra cabeza hasta que un día, poco a poco, comienzan a desaparecer hasta la indiferencia. No obstante, hay quienes no permiten que esto suceda. Se aferran a una relación y una persona que no existe, mantienen el contacto y guardan una esperanza de que todo vuelva a ser como antes. Pero se engañan. No han sabido terminar la relación y eso les impide disfrutar y continuar con su vida.
En la película Gloria Bell (2018), la versión americana de Gloria (2013) de Sebastián Lelio, lo vemos en el personaje de Arnold. Éste es un divorciado que aún atiende todo lo que pide su posesiva exmujer. Cuando parece haber iniciado una relación sana con Gloria, ésta se da cuenta de que Arnold no ha superado su matrimonio. Nunca son capaces de disfrutar de una semana de tranquilidad, pues él siempre acaba volviendo a su exmujer. Gloria es un premio de consolación, y Arnold no es feliz debido a que vive en el pasado y no es capaz de disfrutar de su buen presente con una buena mujer como Gloria.
Hay que soltar. Soltar para dejar ir lo que ya no existe y disfrutar lo que sí. Es una decisión personal difícil y que requiere tiempo. Pero merece la pena.
En Lost in translation (2003), el personaje de Charlotte (Scarlett Johansson) se encuentra en un matrimonio que no la toma en serio, aburrida por su rutina en un hotel de Tokio. Allí conoce a Bob (Bill Murray) con el que es capaz de olvidar la decadencia de su matrimonio y volver a sonreír.
En la escena final, Bob susurra algo al oído de Charlotte. Algo que permanece si conocerse, convertido en todo un misterio para los cinéfilos. No obstante, es mejor que quede a elección de los espectadores, que elijan ellos lo que les gustaría que se susurrasen.
El futuro del amor y el desamor en el cine
Las películas de temática romántica no dejarán de llegar a las carteleras. Con el auge de las nuevas tecnologías y nuestra, cada vez más íntima, relación con los sistemas operativos, uno casi no puede hacerse la idea de las nuevas relaciones que surgirán.
En el cine, gracias a la ciencia ficción ya hemos visto relaciones entre humanos y seres artificiales, como en Blade Runner(1982). Sin embargo, pocas películas han profundizado en las consecuencias de tales relaciones.
En 201e llegó a las pantallas Her. Esta película, de la cual se dice que es una carta del director, Spike Jonze, a la que fuera su pareja, la directora de Lost in translation, Sofía Coppola, nos muestra la relación de un hombre con el sistema operativo de un ordenador.
El protagonista, Theodore, trabaja en una empresa que escribe cartas a ordenador que parecen hechas a mano, para otras personas que no saben expresar su amor. Es una sociedad que ha perdido parte de su dimensión emocional, debido a las nuevas relaciones con las tecnologías.
Este hombre se encuentra en un proceso de duelo por una ruptura amorosa. Su mujer y él se han separado hace mucho, pero él no puede pasar página ya que en su mundo las emociones apenas salen a la superficie, se reprimen. Es por esto que cuando compra un nuevo sistema operativo se agarra a él como un clavo ardiendo y distorsiona la realidad de una relación incompleta y artificial. Se enamora de su ordenador.
Nuestra coqueteo con la tecnología es realmente una fascinación con nuestro propio yo pero paradójicamente sin estar nosotros mismos presentes en nuestras emociones. Por eso Her es una poderosa reflexión sobre nuestros canales emocionales hoy en día, muy hipervariados y brutalemnte diversos gracias a la teconología y las redes sociales pero quizás cada vez menos profundos.
Una relación más real de lo que pudiéramos imaginar, pero también más vacía e insatisfactoria. La película plantea incluso que las máquinas puedan romper con los hombres, lo que las adhiere a una faceta más humana. Al fin y al cabo, una relación romántica nunca es para siempre.
Reflexión final
El amor y el desamor son dos procesos inherentes a los humanos. Es imposible negar y escapar de amor cuando llega, y menos huir del dolor que produce cuando éste se termina. Todos hemos pasado o pasaremos por algo así. Es algo que escapa de nuestro control, lo que nos invita a dejar pasar el tiempo y esforzarnos en recomponer algo que ya no existe.
Como dijo el poeta, se hace camino al andar, al andar se hace camino y, al volver la vista atrás se ve la senda que no se ha de volver a pisar. El desamor es doloroso, pero es necesario para nuestra evolución personal. No seremos los mismos tras una ruptura, una rechazo o una pérdida. No, seremos otros, seremos mejores.
Los mejores momentos de una relación siempre son los iniciales y esos pasan pronto. No podemos esforzarnos para que nos amen, pero sí para amarnos a nosotros mismos. Nuestra relación con nosotros es la primera, la única que nos va a acompañar toda nuestra vida. El desamor pasa y una vez que pasa abrazamos un presente lleno de oportunidades buenas para nosotros. Nadie es peor ni mejor. El desamor no es un fracaso, puede ser una victoria en la guerra que es tu vida, una parada para coger fuerzas y avanzar a algo mejor. Siempre a mejor.
Esta entrada se la dedico a todas las chicas por las que sentí algo. A las que me rechazaron, a las que hice daño y a las que dejaron una marca indeleble en mi corazón. A todas, gracias. Gracias por el amor que sentí, pues fue algo único. Gracias por hacerme más fuerte, más inteligente y más bello. Siempre os voy a querer.
Steven Jay Schneider (2004). 1001 películas que hay que ver antes de morir. Fragmento escrito por el colaborador Joshua Klein. Decimoctava edición (2014). Grijalbo.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies
Deja un comentario