El existencialismo de Kierkegaard
El existencialismo de Kierkegaard en la pantalla
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«La angustia es el vértigo de la libertad».
Soren Kierkegaard.
En la entrada de hoy nos adentraremos de lleno en la filosofía existencialista del pensador danés Soren Kierkegaard. Para ello usaremos el apoyo de la miniserie animada «Más allá del jardín» (2014), más conocida por su título original «Over the gardenwall».
A pesar de su apariencia inocente e infantil, esta miniserie guarda numerosas enseñanzas que van más allá del mero entretenimiento para niños. De hecho, ha sido comprada con la «Divina Comedia» del italiano Dante Alighieri, así como con otros textos de gran repercusión en la historia de la literatura.
Y es que «Más allá del jardín», al igual que la filosofía de Kierkegaard, trata sobre los miedo de cada uno, el absurdo de la vida y de tomar decisiones que nos saquen de esa angustia que vivimos y nos permita avanzar en nuestra vida.
Ya lo decía el filósofo danés: » La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero sólo puede ser vivida hacia adelante».
También usaré, de forma breve, la serie de Netflix, «Por trece razones» (2016), la cual se hizo muy popular en su tiempo al tratar el tema del acoso escolar y por su estructura narrativa.
Sin duda, la filosofía puede ser una materia complicada si no se explica de la manera correcta. Yo no soy un experto, de hecho, además de la vaga indagación sobre ella que se da en el instituto, sólo la he estudiado por mi cuenta por su atractivo. Éste atractivo es simple: ayudarnos a vivir mejor.
La filosofía existencialista, cuyo padre podría ser el protagonista de nuestra entrada, Kierkegaard, parece ser pesimista, cercana al nihilismo. Sin embargo, nos enseña que, a pesar de que la vida sea un completo absurdo y sin sentido, no debemos caer en la resignación y deprimirnos por ello, sino que debemos tomar nuestras propias decisiones; dar un salto de fe que nos ayudará a caminar por la vida, de manera que seamos los protagonistas de nuestra propia vida y existencia.
SOREN KIERKEGAARD
Kierkegaard nació en Copenhague, la capital de Dinamarca, en 1813. En esa época, el país era muy devoto y estricto en lo que a educación religiosa se refiere.
Esta visión tan estricta de la religión marcó toda la vida del danés y la de su padre, una figura fundamental en la creación del carácter de Soren.
Su padre, Michael Kierkegaard, vivió una infancia dura al ser miembro de una familia campesina que se ganaba la vida como arrendataria de una finca eclesiástica. No obstante, su suerte empezó a cambiar cuando comenzó a trabajar con su tío y hizo viajante y mercader.
El negocio le iba tan bien que, en pocos años, se convirtió en uno de los mercaderes más prósperos de Copenhague.
Acabó por tener siete hijos, de los que el más pequeño era Soren. Éste demostró tener gran intelecto desde niño, por lo que su padre le impuso una estricta educación para aprovechar sus dotes.
Esto llevó a Soren a no poder disfrutar de una verdadera infancia, y adquirió uno profundos conocimientos de ética y religión.
Esto le llevó a estar sólo demasiado tiempo y el resto de niños le impusieron el mote del «Pequeño anciano».
Soren, que había crecido bajo el yugo de la influencia paterna, quería encontrarse a sí mismo y no vivir como padre quería. No obstante, la sombra de su padre era alargada, y entró a estudiar en la facultad de teología, tal y como lo deseaba su progenitor.
Sin embargo, Soren se topó de lleno con la filosofía del alemán Hegel, que estaba de moda en Europa. El joven danés tenía serias dudas en algunos puntos de este idealismo absoluto de Hegel. Pensaba que el pensador germano había ignorado la individualidad del ser humano. Para Kierkegaard, no podía simplificarse así la compleja existencia humana. Pensaba que la propia comprensión de uno mismo sólo la podía comprender ese mismo individuo.
Fue así como llegó a la idea de que en la vida cotidiana tenemos que enfrentarnos a cosas demasiado absurdas y casuales como para pensar que la realidad está tan regulada como Hegel pensaba. Así fue como se alejó de una filosofía que trataba de reprimir la individualidad del sujeto.
Es posible que fue la forma de escapar de esa existencia absoluta que le había sido impuesta por su padre.
Al cabo de los años, Michael kierkegaard confesó a su hijo el motivo de su estricta relación con la religión. Cuando era joven y pobre maldijo el nombre de Dios y, años más tarde, mantuvo relaciones con la madre de Soren antes del matrimonio. Su concepto de pecado le llevó a la desesperación por no encontrar manera de redimirse.
Pensaba que si hacía de Soren un hombre devoto y entregado a Dios, se le perdonarían los pecados.
Kierkegaard, que hasta entonces había seguido los pasos marcados por su padre, vio como todo en lo que había creído desaparecería ante él. Como respuesta, comenz´a vivir una vida despreocupada, de lo más disipada. Fumaba y bebía hasta emborracharse; pensaba que su vida no tenía sentido. Había seguido las enseñanzas de su padre y este le había dicho que se iba a morir por el pecado cometido por él mismo, su progenitor.
Pero esta creencia en el pecado volvió a él cuando no pudo mantener relaciones con una prostituta. Llegó a pensar que de verdad estaba marcado por el pecado de su padre.
Cayó en la desesperación y trató de ocultarla. Con sus amigos era cínico, pero en sus momentos de soledad se venía abajo.
Pero de algo debía servir sus ideas sobre el individuo y sus críticas a Hegel. A pesar de la desesperación que lo invadía, seguía ansiando tomar las riendas de su vida.
Se preguntaba cómo poder seguir adelante a pesar de la desesperación que le invadía.
Consiguió cambiar su manera de ver el mundo, y es que se dio cuenta de que no debemos culparnos a nosotros mismos hasta la desesperación por nuestro pecados, sino que debemos redimirnos y seguir adelante.
Para Soren, el pecado de la desesperación era el de enfrentarse a la propia existencia.
«Mi padre murió el miércoles. Había deseado mucho que viviera unos pocos años más y veo su muerte como el último de los sacrificios que hizo por mí; …murió por mí con el fin de que, de ser posible, pueda convertirme todavía en algo. De todo lo que he heredado de él, su recuerdo, su transfigurado retrato… es lo más preciado para mí, y tendré mucho cuidado de preservar su memoria escondida a salvo del mundo».
Diarios personales.
Soren Kierkegaard consiguió vencer esa crisis y hacer las paces con su padre porque se atrevió a enfrentarse a sí mismo, de modo que acepto el dolor y el sufrimiento para poder avanzar.
Tras la muerte de su padre, Soren heredó una gran fortuna, pero no por ello volvió a la vida disipada, sino que retomó sus estudios y empezó relacionarse con familias de la más alta cultura.
En una de estas reuniones sociales conoció a la que sería su musa y su gran amor, Regine Olsen.
Pudo haber sido una hermosa historia de amor, pues los dos se enamoraron de forma mutua:
Vos soberana de mi corazón guardada cual tesoro en lo más profundo de mi pecho, en la completitud de mi pensamiento, allí… ¡desconocida divinidad! Oh, puedo realmente creer los relatos del poeta, que cuando uno ve por primera vez el objeto de su amor, imagina que lo ha visto hace mucho tiempo, que todo amor, como todo conocimiento, es reminiscencia, que el amor también tiene sus profecías en el individuo. … creo que habría de poseer la belleza de todas las chicas para poder dibujar una belleza igual a la tuya; que habría de navegar alrededor del mundo entero para poder encontrar el lugar que me falta y hacia el que apunta el más profundo misterio de mi completo ser, y al momento siguiente estás tan cerca de mí, llenando mi espíritu tan poderosamente que me glorifico y siento que es bueno estar aquí.8
Diarios personales.
A pesar de que eran diferentes, pues Soren tenía inclinación hacia la tristeza, mientras que Regine era una mujer optimista, el filósofo le propuso matrimonio.
No obstante, este hombre no era como los demás. Al final, Soren sentía demasiado el peso de sus pecados. Menos de un año después de haber propuesto el enlace, lo rompió. Creía que su situación como cristiano le impedía aceptar esa felicidad.
Regine sabía que el hombre al que amaba no era como los demás, pero no podía entender lo que pasaba, ya que la pareja se amaba.
Fue entonces cuando el filósofo comenzó a desarrollar su pensamiento, de tal forma que pudiese advertir a la gente las dificultades que tarde o temprano tendrían que hacer frente. Y es que una vez comprendido su propio dolor, Kierkegaard se propuso comprender el de los demás.
Entendió que él no era la única persona que sufría, y que la pregunta no era cómo debía vivir él, sino cómo debía vivir cada uno de las personas en la tierra.
Amplió su planteamiento inicial y escribió que todos debemos convivir con los sentimientos que nos invaden a diario, puesto que ninguno somos capaces de ignorar las relaciones de las que formamos parte y éstas también nos definen.
Su famosa sentencia «La vida sólo avanza hacia adelante, pero sólo puede comprenderse mirando atrás», ejemplifica la inquietud en la que vivimos todos los seres humanos.
Observó a los hombres y llegó a la conclusión de que había dos modos de vivir.
El primero, un Estadio Estético, en donde se dan prioridad a las pasiones del momento, de manera que se evitan estrechos vínculos con otras personas, y los aspectos más superficiales pasan a dominar nuestra existencia.
El hombre estético necesita estímulos constantes del exterior y su existencia se percibe como algo efímero. El peso que el propio individuo tienen en este estadio es muy pequeño porque no puede controlarse a sí mismo.
Este modo de vida te hace perder de vista lo que eres de verdad y te lleva a la desesperación. Por medio de nuevos estímulo se trata de ocultar esta deseperación; lo que nos hace irresponsables con nosotras mismas.
La responsabilidad de la persona desaparece, puesto que todas las acciones dependen de influencias externas.
Kierkegaard entendía que era muy fácil caer en este estadio estético, por el mero hecho de que el mundo está gobernado por el absurdo; es decir, por la casualidad y el sinsentido. Es por ello que pensó que debía de haber otro modo de vivir, en el que el hombre pudiese aferrarse a la raíz de su propia existencia.
El segundo de modo de vida es el conocido como estadio ético. En esta, las personas descubren cómo han de vivir, considerando cuestiones como la justicia, el deber y el bien.
Las personas éticas aceptan la responsabilidad de ser ellos mismos, pues deben ser ellos los que evalúen las opciones que más se ajusten a lo que son y las eligan. Es decir, escoger la mejor versión de sí mismas.
Es una responsabilidad que corresponder a cada individuo, pues nadie puede elegir por otro. Vivir siguiendo las propias decisiones, sin culpar a nadie por los resultados.
Sin embargo, el propio Soren sabía que vivir de esta forma, de manera continua, era algo imposible, pues el ser humano está condicionado por sus circunstancias.
Tenemos miedo de decidir nuestra vida porque no sabemos qué nos depara el futuro. pero no por ello tenemos que dejar de enfrentarnos a nosotros mismos, sino que debemos entablar un diálogo intrapersonal, para poder así acercarnos a la fuente de nuestra existencia.
Enfrentarnos a nuestras propias decisiones es la única manera de no caer en la desesperación. Esta parece cuando olvidamos lo que somos y nos perdemos.
La desesperación es lo que KIerkegaard llamaba «Enfermedad mortal«, pues cuando desistimos en ser lo que queremos ser y renunciamos a ser lo que somos, sólo podemos aguardar la muerte del espíritu.
En el momento en el que nos damos cuenta de lo que queremos ser nos sentimos inseguros, angustiados, por el miedo a equivocarnos. Este miedo que nos paraliza es lo que él llamaba «angustia» Cuando huímos de esa angustia nace la desesperación.
Estas enseñanzas de Soren siguen vigentes hoy en día. ¿Quién no ha oído alguna vez lo de escapar de la zona de confort?.
El propio Kierkegaard profundizó en la desesperación y terminó por definir tres tipos.
El primero de ellos es la que está inconsciente de ser desesperación; la que proviene del modo de vida estético.
El individuo sólo vive para el placer, no se conoce a sí mismo y ni siquiera es consciente de su desesperación. El vacío le acompaña y lo tapa con valores y bienes externos. Éstos valores y bienes sólo llevan a la persona cada vez más lejos de sí misma.
El segundo tipo de desesperación es la de no querer ser uno mismo, la debilidad. La persona intenta escapar de la incerteza de decidir quien quiere ser. El miedo de cambiar le impide hacerlo y la persona olvida lo que realmente es.
La persona se encierra dentro de sí misma, pero no se enfrenta a quien quiere ser.
Intenta escapar de esa desesperación, pero no se puede ignorar lo que realmente somos y queremos ser. El deseo de cambiar es tan fuerte que el sufrimiento es enorme.
Esta desesperación de no ser uno mismo se ampara en los mecanismos de extrañamiento y evasión.
La tercera desesperación es la de querer ser uno mismo (desafío). La persona se revela contra la libertad y la responsabilidad de convertirse en lo que es, lo que le lleva a la desesperación.
LLega cuando negamos lo que somos y no tomamos responsabilidad en ello. La persona está resentida con todo, pues piensa que el mundo tiene la culpa de haberlo convertido en lo que es, y ahora no lo puede cambiar.
Estas personas se creen en su derecho a sentirse mal, porque creen que ellos no tienen la culpa de su dolor, sino que es consecuencia de lo que otras personas le han hecho. Esto le impide reflexionar consigo mismo y terminar con su desesperación.
Son victimistas que creen tener el derecho a hacer daño a los demás por «justicia».
La desesperación está cada vez más extendida en nuestras sociedades occidentales, en gran parte porque huímos de la responsabilidad de ser quienes somos.
Y es que estos conceptos de angustia, libertad, desesperación, etc. no han cambiado desde la época de Soren Kierkegaard.
Kierkegaard propone que para enfrentarnos a lo que somos y atrevernos a superar nuestro miedos tenemos que pasar a un estado ético. Sin embargo, la desesperación no desaparece hasta que alcanzamos un tercer estadio: El estadio espiritual.
Con esto no propone que nos hagamos creyentes de alguna religión, sino que hay decisiones que tenemos que tomar desde la fe. Un salto de fe es como lo llamaba.
Tener fe en uno mismo, tomando cada uno sus propias decisiones para crear el propio mundo con el valor que desees que tenga. Cambiar el sistema de valores hasta esta satisfecho.
Soren nos legó la enseñanza de que la vida está llena de inseguridad, pero que debemos enfrentarnos a nuestra existencia y perseguir lo que somos en los peores momentos.
«MÁS ALLÁ DEL JARDÍN» (2014)
Se trata de una rareza en la animación americana. Una miniserie que, además de derrochar imaginación, música y filosofía, te la terminas en menos de dos horas, ya que sus capítulos, que son diez, sólo duran 10 minutos cada uno.
Ideada por Patrick McHale, nos narra la aventura de dos hermanos (Wirt y Greg) que buscan el camino de vuelta a casa tras perderse en un bosque lleno de criaturas sacadas de los cuentos tradicionales de los hermanos Grimm y ambientada en una Norteamérica que recuerda a los relatos de Mark Twain.
Los dos hermanos superarán diferentes obstáculos mientras recorren ese bosque llamado «lo desconocido», cuyo nombre sirve de concepto para el pilar básico de la serie: el temor a lo desconocido.
En la serie, el mayor enemigo de los protagonistas es «la bestia», el cual disfruta con los miedos que los personajes tienen ante lo desconocido. Los personjes, tan diferentes entre sí, tienen en común tener miedos nacidos de la ignoracia, el desconocimiento y las supersticiones.
Son los dos hermanos, de manera fortuita, quienes muestran a estos personajes que sus miedos no tienen sentido y que no ganan nada si se quedan paralizados por el miedo. Wirt y Greg hacen ver más allá a estos habitantes de los desconocido para superar sus miedos.
La serie se sirve de ellos para contraponer los dos tipos de estadios que menciona Kierkegaard. Wirt es inocente e ingenio, mientras que Greg se preocupa por todo y trata de darle sentido a cualquier acontecimiento que pase, lo que le lleva a una actitud pesimista por estar perdidos en lo desconocido.
El conflicto entre la fe (estadio religioso) y la razón (ético) se observa en la forma de ser de los dos hermanos. Wirt es lo racional y Greg la pasión, pues no hace nada racional y no ve nada raro en que haya pájaros que hablen o ranas que toquen instrumentos.
La ingenuidad y fe de Greg en que sus actos le llevarán a lo que quiere es lo que le permite avanzar por lo desconocido con una actitud positiva.
Si no fuera por Greg, Wirt se hubiera quedado atrapado en lo desconocido, encerrado en su estado de resignación infinita. No obstante, si no fuera por Wirt, la ingenuidad de Greg hubiera llevado a éste a una muerte segura desde el primer epoisodio. Y es que Wirt se encuentra en el estadio ético, mientras que Greg lo está en el estético. Necesitan un equilibrio de los dos para poder pasar al siguiente estadio y poder así avanzar en sus vidas.
No hay que eliminar la razón por completo (Wirtt), pero hay que entender que no todo puede conocerse a través de la lógica y la razón, pues el mundo está dominado por el absurdo. Podemos mantener una vida sana pero enfermar de todas manera, aunque no tenga sentido.
Lo desconocido está dominado por lo absurdo y es por ello que debemos dar un salto de fe, la única forma de salir de allí. Wirt toma una decisión que sólo él puede tomar, sin tener que pasarla por la razón, para poder salvar a su hermano y vencer sus miedos. Es su salto de fe, y con él pasa al estadio religioso.
Su veis la serie, en el penúltimo capítulo se nos muestra cómo llegaron los hermanos hasta ese bosque, y la angustia de Wirt que duda entre declararse o no a una chica. Sufre porque es demasiado racional y sólo piensa en las consecuencias que tiene esa acción. No es capaz de salir de esa desesperación, de avanzar.
«Más allá del jardín se convierte así en un manifiesto a favor del optimismo en medio del absurdo y el sinsentido. No enseña que no debemos resignarnos, sino que debemos tomar las decisiones de nuestro corazón para seguir adelante con la vida.
«POR TRECE RAZONES» (2016)
Serie de trece capítulos en la que se nos muestra la reconstrucción de acontecimientos pasados, a través de la narración de Hannah Baker, quien se ha suicidado por los motivos que explica en las cintas.
A través de la narración de audio, Hannah revela su dolor y el sufrimiento, acerca de cómo cae en la depresión queconduce a su muerte. Todos los que pensaban que sus acciones eran inofensivas, que no la afectarían o dejarían una cicatriz en ella, estaban equivocados. En concreto destaca el papel de Clay Jensen, un joven que estaba enamorado de Hannah y quien no entiende el papel que tuvo en su muerte.
A través de la narración, Clay empieza a comprender la existencia de Hannah y de cómo ella también estaba enamorada de él, de cómo sus miedos a no atreverse a declararse le llevaron a la angustia en la que debe vivir hoy.
«La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero sólo puede ser vivida hacia adelante». Esta cita de Kierkegaard se explica cuando el personaje de Clay empieza a entender su vida a partir de la reconstrucción de un pasado que le genera dolor, pero debe seguir adelante, tomando las decisiones para ser el hombre que quiere ser.
De hecho, en un momento dice «¿Cómo voy a vivir a partir de ahora?, a lo que Tony, uno de los personajes, le responde: «Como puedas».
Muchos de los problemas de Clay vienen de la angustia que le provoca el miedo. Vive en un permanente estadio ético que no le permite ser quien quiere ser. Esa angustia que lleva soportando durante tantos años sólo desaparece cuando entiende las consecuencias desastrosas que conlleva.
Ángel Cuesta
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